Las grandes obras tienen su origen en grandes personas. Al entrar en esta casa, el primer nombre que resuena es el del Obispo Nadal, que en 1809 decide fundar un colegio para educar a las jóvenes mallorquinas.
Encarga el proyecto a dos mujeres: María Arbona y María Ferrer, madre e hija. Y al Colegio le da el nombre de Pureza de María.
Llegamos a 1870. El Colegio, después de haber conocido la cima del éxito, empieza a tambalearse. Necesita un pilar fuerte que lo mantenga y le inyecte nueva vida. El Obispo de Mallorca y el alcalde de Palma encargan ahora la tarea a una viuda: Alberta Giménez.
Ella acepta. Es el segundo gran puntal del Colegio y el origen de otras dos grandes obras: la Congregación de Religiosas Pureza de María y la Normal de Maestras de Baleares.
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